Se trata de nanotecnología, un proceso que probablemente aún no suene lo suficiente, pero que ya está presente en muchos productos que utilizamos a diario y que, en el futuro, estará en todas partes. Consiste en el control y tratamiento de la materia a escala nanométrica (una milmillonésima de metro), decenas de miles de veces más pequeña que el diámetro de un cabello humano. A esa escala, es posible manipular el comportamiento a nivel atómico y molecular, con lo que se consiguen aplicaciones cada vez más visibles y prácticas en la vida cotidiana. Su uso puede conllevar mejoras en ámbitos como el diagnóstico de enfermedades, la inserción de microimplantes médicos o el diseño de paneles solares.
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Los ejemplos de su presencia en la sociedad se multiplican constantemente. Acciona Infraestructuras ha ensayado ya en algunas carreteras el reforzamiento de vigas con nanotubos de carbono; Pharmamar (Grupo Zeltia) ha creado cerca de 50 patentes de nanofarma; y el Grupo Antolín lidera un proyecto para utilizar nanotubos y nanofibras de carbono en la producción de componentes de automoción.
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España, hacia la cabeza
Nadie se quiere quedar atrás. Empresarios y responsables públicos son conscientes de la importancia que tendrá en el futuro inmediato el negocio relacionado con la nanotecnología. Por eso, los centros dedicados a su estudio y aplicación se han multiplicado en los últimos años.
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