25 mayo 2018

Patti Maxey disfrutaba de su jubilación en Florida. No tenía preocupaciones. Había cumplido con su vida laboral como enfermera y vivía bajo el sol del sur de Estados Unidos. Pero hace cinco años y medio su vida cambió por completo y se convirtió en el ángel de la guarda de una niña que vivía a más de 15.000 kilómetros de distancia.

Una tarde, uno de los empleados de los jardines que ella paseaba a menudo le enseñó la foto de su sobrina segunda Nguyet, que vivía en una aldea del interior de Vietnam. Una pequeña de entre seis y ocho meses, con un inmenso tumor que le cubría media cabeza. A la jubilada estadounidense le impresionó tanto la imagen que le aseguró que iba a hacer todo lo posible por ayudar a la niña. Y así lo hizo.

Lo primero fue acudir con la fotografía a su médico de cabecera para que le indicara a quién debía dirigirse.

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