Lo han logrado potenciando uno de los componentes de esta verdura, la glucorafanina, algo en lo que trabajan desde principios de los 90. En concreto, los investigadores, inspirados en las propiedades anticancerígenas asociadas a la glucorafanina, eligieron una especie silvestre de brócoli con elevados niveles de este componente y la mezclaron con una versión cultivada para crear un híbrido.
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