Un trío de pequeñas empresas Biotecnológicas Españolas también están investigando sobre fármacos contra el Alzhéimer.
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Les interesa a las farmacéuticas encontrar un medicamento que cure el alzhéimer? ¿Se han olvidado de esta enfermedad? ¿Por qué no surgen nuevos avances? Habría que pensar que a un laboratorio le mueva lograr el éxito, teniendo en cuenta los enormes retornos que conseguiría. Pero el camino es más complicado de lo que parece.
Mientras tanto, el alzhéimer y las enfermedades neurodegenerativas afectan cada vez a más población. Actualmente 36 millones de personas en todo el mundo padecen algún tipo de demencia, según el World Alzheimer Report y recogido recientemente en un informe de la aseguradora Allianz. En 2050, la cifra se triplicará hasta alcanzar los 115 millones. En Europa, 10 millones de pacientes viven con esta dolencia y se espera que a mediados de siglo sean casi 20 millones.
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Este médico y catedrático en Farmacología señala que el mercado potencial debe ser un incentivo suficiente para las compañías farmacéuticas. Carlos Buesa, director general de la biofarmacéutica española Oryzon Genomics, señala el tamaño del sector de las enfermedades neuronales en 20.000 millones de euros al año. Solo medicamentos como Aricept (de Pfizer) y Namenda (de Forest) para tratamiento de los síntomas "superan los 1.000 millones anuales cada uno", explica. "Las causas de la enfermedad se desconocen, por lo que los esfuerzos para los laboratorios son más complicados", resume.
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"El fármaco sería una revolución planetaria, porque en 20 años no se ha conseguido nada. Pero se ha desinvertido mucho en el intento, porque interesa menos ya que los ensayos se caen", apunta Belén Sopesén, directora general de Noscira (del grupo Zeltia). "El sector tiene sus propias dificultades por la deuda, la incertidumbre brutal de los ensayos, la falta de hipótesis acertadas, los fracasos recientes y la inexistencia de biomarcadores", enumera.
El último gran fracaso ha recaído en Pfizer y su aliada Medivation, cuya molécula Dimebolin fue desechada en la última fase antes de llegar al mercado. El gigante estadounidense había pagado 225 millones de dólares por la licencia, más todo el gasto de los ensayos con pacientes. En los últimos cuatro años, ensayos de Lilly, Myriad, Bellus y la propia Pfizer han naufragado.
Una posible solución para fomentar más estas investigaciones de las farmacéuticas la proponía el editorial de Nature: "Podrían escuchar los cantos de sirena, por ejemplo, con ofertas de reducción de impuestos, subsidios de los costes de las pruebas o garantizando extensiones en las patentes".
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