27 octubre 2010
Jose Mª Fernandez Sousa . Negocio y pasión en la batalla interminable contra el cáncer .
Portada y Reportaje de 9 Paginas en la Revista " Actualidad Economica " Del mes de Noviembre ... para verlo entero hay que comprar la revista ( 4 euros ) .
En relacion : http://www.actualidadeconomica.com/2010/11/zeltia.html
Hace casi 25 años, recién llegado a la presidencia de Zeltia, José María Fernández-Sousa fundó PharmaMar y empezó a rastrillar el océano en busca de antitumorales.
Asociamos generalmente el avance científico con la inspiración genial, la bombillita que se enciende sobre la cabeza. Pero hasta llegar a ese momento hace falta una sorda labor pionera. Piensen en PharmaMar. Es como un gigantesco embudo: por un extremo se meten toneladas de organismos para, al cabo de los años, destilar por el otro un frasquito de polvo blanco.
Actualidad Económica repasa en el número que hoy sale a la calle la trayectoria de un gallego que no se arredra ante nada. “Cuando arrancamos, no teníamos ni dinero ni experiencia, y la existencia de un antitumoral marino era una hipótesis”, dice Fernández-Sousa. “Ahora hemos puesto uno en el mercado [Yondelis se vende en 63 países], tenemos experiencia y tenemos dinero. Lo mejor está por venir”.
La revista enmarca la historia de PharmaMar dentro de la crónica general de la lucha contra el cáncer. En 1971 Nixon proclamó: “Ha llegado la hora de que el mismo ingente esfuerzo que llevó al hombre a la Luna se dirija a la derrota de tan espantosa enfermedad”. ¿Qué fue de aquella cruzada?
"Siempre he pensado, como Einstein, que si buscas resultados diferentes, no puedes hacer lo mismo que los demás”, me dice José María Fernández-Sousa. “Vale la pena recorrer un camino por el que vas solo. Quizá te equivoques y no llegues a ningún lado. Pero si llegas…” Y un breve destello le ilumina la mirada.
Hace casi 25 años, recién llegado a la presidencia de Zeltia, Fernández-Sousa fundó PharmaMar y empezó a rastrillar el océano en busca de antitumorales. Asociamos generalmente el avance científico con la inspiración genial, la bombillita que se enciende sobre la cabeza. Pero hasta llegar a ese momento hace falta una sorda labor peonera. Piensen en PharmaMar. Es como un gigantesco embudo: por un extremo se meten toneladas de organismos para, al cabo de los años, destilar por el otro un frasquito de polvo blanco. La curación del cáncer es una batalla contra todo: la naturaleza, la economía, incluso el sentido común, porque no puedes hacer lo mismo que los demás…
¿chiflados? No sé si Fernández-Sousa habrá visto Los hombres que miraban fijamente a las cabras. La película relata el programa que el ejército estadounidense desarrolló en los años 60 para evaluar las posibilidades militares de los fenómenos paranormales. El Pentágono se gastó 20 millones de dólares en averiguar si se podían atravesar paredes, transmitir mensajes telepáticos o (de ahí el título) neutralizar animales con el poder de la mente. Mi padre salió del cine horrorizado. “Los americanos están chalados, te lo llevo diciendo toda la vida”. Pero otra gente perfectamente sensata como Francisco Cabrales, catedrático de Economía de la Carlos III, cree que ahí radica la clave del liderazgo de Estados Unidos en investigación. “En ciencia se debe proceder igual”, escribe. Hay que “dejar espacio a ideas raras, algunas de ellas muy raras”.
Estoy seguro de que Fernández-Sousa se siente más próximo de Cabrales y la chaladura americana que de mi padre. “Me crié en un entorno de emprendedores, donde había poco miedo al error”, recuerda. Me ha recibido en una sala de reuniones de Zeltia. Habla pausadamente y con una voz tenue que no ahoga del todo el rumor del tráfico que sube desde José Abascal. “Mi padre era abogado, pero leía mucho y andaba siempre discurriendo nuevos negocios con sus dos hermanos. Trajeron a Europa el cultivo del kiwi. Fundaron Pescanova. En aquella época los barcos iban al Gran Sol y faenaban mientras duraba el hielo. Pescanova enviaba su flota al sur y se traía el pescado congelado”.
Los Fernández también se dieron cuenta de que era muy poco eficiente exportar los cítricos de Valencia por mar. “La mayor parte llegaban podridos”. La alternativa era el tren, pero el diferente ancho de vía obligaba a cargar y descargar los vagones en Hendaya y el coste de la mano de obra hacía inviable la operación. Así que diseñaron un eje variable, que se encogía al llegar a la frontera y permitía poner las naranjas en un día en París o Amsterdam. “Ganaron dinero a espuertas con aquella patente”.
Pero la criatura de los hermanos que nos interesa es Zeltia. La empresa surgió en 1939 como una escisión del laboratorio Miguel Servet de Vigo, que se dedicaba a la búsqueda de remedios contra la migraña. “En la España de la posguerra faltaba de todo. Mi padre y mis tíos tenían mataderos en Galicia y Extremadura y decidieron aprovechar las glándulas animales para preparar fármacos. Sacaban insulina del páncreas, hacían reconstituyentes con el hígado, aislaban aminoácidos…” Y reflexiona en voz alta: “De alguna manera he heredado esa pasión por innovar. Crecí viendo cómo una invención podía llevar al éxito económico”.
investigar de verdad. Fernández-Sousa se licenció en Químicas y orientó inicialmente su carrera hacia la docencia. “Me quedé en la universidad, saqué una cátedra y realicé varias estancias en el extranjero”. Pero en 1979 lo llaman de Antibióticos, un consorcio en el que participaban Zeltia y otros cinco laboratorios y que se dedicaba a la producción de penicilina. “Estaban pensando en investigar de verdad, porque España iba a entrar en el Mercado Común”. ¿Investigar de verdad? “Durante el franquismo se hacían sobre todo patentes secas: copiabas la fórmula de una multinacional y la registrabas antes que ella, no había ningún problema”.
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