KRISTIN SULENG //31 ENE 2016 -
A nadie se le escapa mantener la nevera limpia para conservar los alimentos. De igual forma, todo el mundo conoce lo temerario que resultaría higienizar utensilios para la comida con trapos de cocina sucios. Pero en esa conciencia pulcra por lo que comemos, la cafetera es una gran olvidada. Cuando la clásica italiana de rosca se ha convertido casi en objeto de museo en beneficio de las cápsulas, un reciente trabajo de investigación publicado en Scientific Reports, del grupo Nature y realizado por investigadores del Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva de la Universidad de Valencia, es el primero en identificar las bacterias de las modernas cafeteras de la oficina o del hogar.
Esta máquina da cobijo a variadas y abundantes familias de bacterias, pero no hay motivo para la alarma, como advierte Manuel Porcar, director de la investigación, en un trabajo enmarcado en la llamada bioprospección, una disciplina que pretende buscar hábitats poco habituales de microorganismos con aplicación industrial o biotecnológica, y la metagenómica, el estudio de las comunidades microbianas mediante la secuenciación de su ADN.
“Es un aparato totalmente seguro. Las cápsulas y el café no contienen ningún tipo de microorganismos que hayamos sido capaces de detectar. Pero en la bandeja que recoge las cápsulas usadas se produce la contaminación. A pesar de la relativa capacidad antibacteriana del café, hay una gran cantidad de microorganismos que podrían ser patógenos [que provocan enfermedad]. Por tanto, se debe evitar el contacto del líquido que se acumula en el compartimento inferior de las cápsulas usadas. Es cuestión de limpiar la máquina con cierta frecuencia (una vez a la semana, con agua y jabón o incluso unas gotas de lejía) y lavarse las manos después de hacerlo”, anota Porcar.
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