Por Jorge G. García .
Los emprendedores que actúan en este sector han crecido exponencialmente en la última década pese a los escasos o nulos conocimientos empresariales de los científicos .
Madrid 23 MAY 2017 .
La vida del investigador científico está consagrada a mejorar la calidad de vida de la sociedad. Eso conlleva un trabajo ímprobo en los laboratorios que, para muchos investigadores, compensa gracias a la pasión que sienten por la ciencia. Pero, aunque los científicos españoles están muy preparados en sus disciplinas, suelen tener problemas cuando intentan rentabilizar sus descubrimientos. Saben de moléculas, reacciones químicas o propiedades alimenticias, aunque nada de planes de negocio, comunicación o rondas de financiación. Las startups en el sector biotech han crecido con fuerza en la última década y representan un 5% del total de empresas en esta área, según datos de la Asociación Española de Bioempresas (ASEBIO); pero sus carencias en destrezas empresariales son una barrera para crear un producto.
Yolanda González, de 28 años, conoce a la perfección esta sensación. Todavía le falta medio año para terminar su doctorado, financiado por la Asociación Española contra el Cáncer, pero ya se ha adentrado en el mundo de las startup. En 2016, obtuvo el primer premio del programa Yuzz del Banco Santander por Nanocore Biotech. Esta empresa que, como ella asegura, le sirvió para salir de la universidad y adentrarse en la industria, parte de su investigación en oncología infantil para evitar que los fármacos contra el cáncer ataquen células sanas y no tumorales. “En mi carrera nadie hablaba de emprender y ahora entiendo todo lo que es gracias al programa Yuzz. Si ni siquiera sabía vender mi idea, cómo me iba a plantear buscar dinero”, explica González.
Esta sensación de vivir inmerso solo en un laboratorio también la comparte Roi Villar, presidente de ComunicaBiotech. Reconoce que ya existen algunos emprendedores con alta cualificación empresarial en el sector, pero la mayoría son solo científicos. Aun con esta rémora, Villar ahonda en el tema financiero y económico como otra gran barrera olvidada. “Las startup en biotech son devoradoras de capital. Antes de poder facturar, cuando se encuentran todavía en fase de pruebas clínicas, pueden necesitar desde 500.000 euros hasta 30 millones”, argumenta.
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