La Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha negado categóricamente, en contra de su propio mandato, a publicar las pruebas que demuestran que el uso de uranio empobrecido y otras armas usadas por el ejército estadounidense en Iraq no solo asesinó a muchos civiles sino que sigue haciéndolo a consecuencia de las malformaciones congénitas de los bebés.
El asunto salió por primera vez a la luz en 2004, gracias a un informe especializado de la OMS sobre la salud a de la población civil de Iraq, como resultado de la utilización de armas cubiertas de uranio empobrecido. Este primer informe se mantuvo en secreto; en realidad la OMS lo suprimió.
El estudio realizado por tres científicos, máximos expertos en radiación, advertía de que tanto los niños como los adultos podrían contraer cáncer después de respirar el polvo contaminado con uranio empobrecido, que es radioactivo y químicamente tóxico.
Sin embargo la OMS, que utilizó como un experto asesor en radioactividad al autor principal del estudio, el doctor Keith Baverstock, impidió su publicación. Baverstock declaró que el informe había sido deliberadamente suprimido, aunque la OMS lo negó.
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