Todavía se ve frecuentemente. Esquelas y obituarios culpando de la muerte del finado a una "larga y penosa" enfermedad. Un eufemismo absurdo de algo tan frecuente como el cáncer. En todos los periódicos de calidad en Estados Unidos, cuando se comunica que una persona ha muerto se recalca el porqué. Allí nunca se obvia que la razón fue el cáncer y hasta se detalla el tipo de tumor.
Sin embargo, en nuestro país todavía hay periodistas que recurren con frecuencia a este tópico. Titulan o hablan en sus crónicas de "el cáncer del deporte", "de la política" o "de la economía". Lo hacen insensibles a lo que les molesta a los pacientes con esta enfermedad ese recurso fácil. Lo hacen porque ni tienen esa patología, ni la entienden, ni en su entorno existe alguien con ella.
El cáncer es una enfermedad corriente. Tanto o más que cualquiera de las más conocidas y, aparentemente, menos graves. Seria y mortal en muchas ocasiones, pero no más que otras como, por ejemplo, la insuficiencia cardiaca. Su letalidad ya es inferior al 50% y es un problema crónico en un amplio porcentaje de las veces. Como lo es la diabetes, la hipertensión, la obesidad o el asma.
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