El pasado 7 de noviembre, la investigadora española Margarita Salas falleció en Madrid a los 80 años. A finales de este mes hubiera cumplido 81. Discípula de Severo Ochoa, pionera de la biotecnología y, sin duda, la mejor científica española que dejará su nombre en los libros de texto, en el mes de mayo de este 2019 fue seleccionada por la Oficina Europea de Patentes (EPO) para una de las tres candidaturas a su premio anual que reconoce el trabajo de toda una vida.
Lo peculiar de que una investigadora científica fuese nominada para un premio de inventores se explica porque Salas patentó en 1989 su mejor hallazgo, clave en los terrenos de la nueva criminología de la policía científica, la arqueología y la paleontología. Lo hizo como investigadora del CSIC, lo cual permitió a la agencia científica del Gobierno recibir a lo largo de los años seis millones de euros en regalías (su patente más fructífera), con los que, entre otras cosas, ha financiado el laboratorio en el que ha seguido trabajando hasta sus últimos días la propia Margarita Salas.
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