Un estudio experimental muestra el potencial de una molécula que une a los linfocitos y las células de cáncer para facilitar su destrucción .
La mayor parte de los tumores no son reconocidos por las defensas del cuerpo como un enemigo .
DANIEL MEDIAVILLA // Chicago 6 JUN 2017 .
Cuando hablan de los medicamentos contra el cáncer, los oncólogos utilizan analogías bélicas: infiltrar el tumor, atacarlo con misiles teledirigidos, desarmar las defensas del enemigo. Luis Paz-Ares, jefe del servicio de Oncología Médica del Hospital 12 de Octubre de Madrid, utilizaba una metáfora distinta para hablar de un fármaco que presentó ayer en Chicago (EE UU): “Es como si hiciese de celestina entre el tumor y los linfocitos”. La descripción trataba de explicar cómo funciona una terapia experimental contra el cáncer que utiliza una molécula para unir a la fuerza a células cancerígenas y linfocitos T, los glóbulos blancos que nos defienden de las enfermedades.
La presentación fue una de cientos que están teniendo lugar estos días durante la reunión ASCO 2017, el mayor congreso mundial dedicado al cáncer. Como muchos otros de los fármacos protagonistas en Chicago estos días, la nueva molécula es una inmunoterapia, un tipo de tratamiento que ayuda a las defensas del propio organismo a combatir los tumores. La forma más convencional de este enfoque consiste en desmontar el sistema de defensa de la célula cancerosa frente a los linfocitos. Cuando los linfocitos se acercan al tumor, producen una proteína que se conoce como PDL-1 para pegarse a su objetivo y destruirlo. Las células de cáncer, sin embargo, han aprendido a defenderse y generan otra proteína, la PL1, que anula ese ataque. Las primeras inmunoterapias eran medicamentos que bloqueaban la capacidad del tumor para generar PL1 y lo dejaban a merced de los glóbulos blancos.
“Ese sistema sirve para tumores inflamados, que han sido infiltrados por los linfocitos, pero eso solo pasa en el 30% de todos ellos. La mayoría de los tumores o no tienen células inmunes dentro o reprimen la respuesta inmunitaria”, explicaba José Tabernero, director del Vall d’Hebron Instituto de Oncología (VHIO), y presidente de la Sociedad Europea de Oncología Médica (ESMO). “Por eso es importante que busquemos nuevos mecanismos para esos tumores silenciosos y los consigamos infiltrar con linfocitos que sean capaces de destruir el tumor”, añade. Tabernero ha presentado en ASCO 2017 un ensayo en el que utilizaba la nueva molécula, producida por la farmacéutica Roche (con la que este periódico asiste al congreso), para tratar algunos cánceres colorrectales con metástasis de mal pronóstico.
La molécula, bautizada como CEA-TCB por los nombres de los receptores a los que se acoplan, es un anticuerpo creado en laboratorio. Los anticuerpos son un tipo de proteínas que produce nuestro organismo de forma natural y se pegan elementos extraños, como bacterias o virus, etiquetándolos para su destrucción. Normalmente, los anticuerpos tienen dos patas, pero este fue diseñado para tener una más. Dos de las patas se enganchan a receptores del tumor y una tercera se pega al linfocito T, obligando a que se unan.
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