3 DE MARZO DE 2016
Pedro M. Enriquez-Navas, H. Lee Moffitt Cancer Center & Research Institute .
Es un hecho bien conocido que el cáncer no es una enfermedad simple. En muchos casos se considera como una enfermedad de enfermedades. También se sabe que un tumor puede estar compuesto por diferentes tipos de células, pudiendo variar estas tanto genómica- como fenotípicamente. Sin embargo, a pesar de que esta variabilidad puede ser tanto temporal como espacial, las terapias que se aplican actualmente son estáticas, aplicándose con la filosofía de erradicar el mayor numero de células tumorales en el menor tiempo posible. Estos tratamientos sólo son modificados si ocurre un evento de toxicidad y/o de ineficacia de la terapia. Así, no es de extrañar que estas terapias tengan un alto ratio de fracaso. Es más, en una gran parte de los casos conducen a una enfermedad resistente al tratamiento que, en última instancia, conduce a la metástasis.
Las células se hacen resistentes al tratamiento porque emplean recursos (energía) en el desarrollo de diferentes mecanismos de resistencia a la terapia. Así, están mejor adaptadas al medio en presencia de la terapia pero, en ausencia de la misma, este gasto de energía en herramientas de defensa no lo pueden emplear en otras tareas como son el desarrollo y la división celular. Además, las células tumorales no sólo compiten con las células “normales” del cuerpo, si no que también lo hacen con otras células tumorales por espacio y recursos.
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