Se suele detectar por casualidad: un chequeo laboral, un análisis rutinario, una prueba para ver cómo se está controlando la diabetes o el colesterol
Y de repente, un dato llama la atención del médico: la inmunoglobulina, una proteína monoclonal, está sospechosamente alta. No sucede nada más. El paciente se encuentra bien y el médico sólo le puede decir una cosa: que espere.
La enfermedad que afecta a las personas que cumplen éste y otros criterios biológicos se llama mieloma múltiple asintomático y tiene un riesgo de transformarse en cáncer de un 10% al año. Es decir, la mitad de las personas que se encuentran con ese análisis anómalo acabará desarrollando un mieloma múltiple sintomático en cinco años.
Ahora, un grupo de investigadores españoles liderados por el jefe del servicio de Hematología del Hospital de Salamanca, Jesús San Miguel, ha conseguido un doble hito. Por una parte han confirmado que existe un subgrupo entre estos pacientes cuyo riesgo de contraer la enfermedad es muy elevado (del 50% en sólo dos años). Por otra, quizás lo más importante, que dicho subgrupo -que representa alrededor del 40% del total- se puede beneficiar de una terapia combinada que hace que su riesgo de progresar a cáncer sea 5,6 veces menor que el de los afectados por su misma condición que cumplen con las guías clínicas actuales, la llamada espera vigilante.
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