JAVIER YANES 15 DE JULIO DE 2016 .
Como conté hace unos días a propósito de los avances en la inmunoterapia del cáncer, un ensayo clínico en EEUU destinado a reprogramar los linfocitos T de los enfermos para ayudarles a luchar contra la leucemia está produciendo resultados dispares: la buena noticia es un éxito muy prometedor en la mayor parte de los casos, pero la mala es que dos pacientes han fallecido este mes, sumándose a otra muerte el pasado mayo.
Ya expliqué entonces que este nuevo enfoque, que trata de combatir el cáncer aprovechando las propias defensas naturales del organismo contra los agentes externos agresores, puede aportar grandes beneficios a medio y largo plazo. Pero el corto plazo puede ser complicado y doloroso, lo que deberá guiar cuidadosamente cada nuevo paso en esta dirección.
El procedimiento consiste en dotar a las células T de un receptor modificado genéticamente que les permita reconocer y atacar específicamente a las células cancerosas. La técnica es compleja y acarrea riesgos. Tras las dos nuevas muertes, la Administración de Fármacos y Alimentos de EEUU (FDA) y la compañía Juno Therapeutics, responsable del ensayo, suspendieron el estudio a la espera de nuevas conclusiones.
Pero dentro de la tragedia hay al menos un indicio positivo, y es que con toda probabilidad las muertes no han estado causadas por la intervención específica sobre las células T. Para que los nuevos Terminators puedan proliferar y actuar sobre los invasores, antes es preciso eliminar a las células T no modificadas y por tanto ineficaces. Y esto hoy solo puede lograrse por la vía clásica de la quimioterapia.
Juno comenzó aplicando un fármaco llamado citoxán, sin que los pacientes mostraran efectos secundarios graves. Pero a la luz de los resultados de otros ensayos que la compañía mantiene, los responsables del estudio decidieron añadir un segundo compuesto llamado fludarabine que aumenta la eficacia de la quimio.
Los tres pacientes han muerto por la misma causa, edema cerebral, y la investigación preliminar ha concluido que la causa es el fludarabine. Y al parecer, los datos han convencido a la FDA, porque a los dos días de la suspensión del ensayo ha autorizado su reanudación eliminando este fármaco. La FDA suele actuar con la máxima prudencia en este tipo de situaciones, por lo que la rapidez de la autorización ha sido sorprendente.
Esperemos que no tengan que arrepentirse de ello, y que una nueva vía prometedora en la lucha contra el cáncer no se convierta en vía muerta por una decisión precipitada cuyas consecuencias podrían ser irreparables.