Gabriel Le Senne |
José María Fernández Sousa-Faro heredó de su padre un grupo de empresas principalmente dedicado a la química tradicional: pinturas, barnices, insecticidas, etc.
Catedrático de Bioquímica y apasionado del mar, apostó fuerte hasta transformar el Grupo Zeltia en lo que hoy es PharmaMar: una empresa Biofarmacéutica Puntera que ha logrado la hazaña de llevar a enfermos de cáncer en todo el mundo el primer medicamento antitumoral desarrollado en España, Yondelis. Hace unos meses obtuvo en Australia la aprobación de su segundo medicamento, Aplidin.
Si no me equivoco, porque han pasado ya once años desde que dejé la empresa, Yondelis se emplea en sarcoma de tejidos blandos y cáncer de ovario, mientras que Aplidin se ha aprobado en un tipo de cáncer de médula ósea llamado mieloma múltiple.
La particularidad de PharmaMar, y el origen de su nombre, es que busca compuestos antitumorales en organismos marinos.
José María tuvo el arrojo de arriesgar su patrimonio en pos de su idea: considerando que algunos de los medicamentos más exitosos de la historia se han obtenido de diversos seres vivos –el ácido acetilsalicílico, la aspirina, de la corteza del sauce, por ejemplo-, y dado que la mayor biodiversidad se halla en el medio marino, PharmaMar envió a sus buzos por los siete mares para recolectar muestras de seres vivos de todo tipo. En la España de 1986, a más de uno el proyecto le debió de parecer una completa locura.
El sector farmacéutico está absolutamente regulado, de modo que son precisos años de ensayos y cientos de millones de euros antes de poder llevar un compuesto al mercado. Los entresijos regulatorios explican que Aplidin se haya aprobado en Australia, pero que por el momento esté rechazado por la UE. Es el difícil equilibrio entre la necesidad de ser cauto antes de dejar que se comercialice un medicamento y el peligro de que el exceso de regulación y burocracia provoque la pérdida de moléculas valiosas para la humanidad, como ha estado a punto de suceder.
Se da la circunstancia de que la ecteinascidia turbinata, el tunicado del que se extrajo el Yondelis, se criaba en aguas de Formentera al principio. Ahora ya se produce en laboratorio. José María veraneó con su familia muchos años en Baleares, donde tuve la suerte de conocerle.
Todo esto viene por ilustrar la imprescindible labor del empresario. PharmaMar invierte en I+D decenas de millones al año, y crea empleo muy cualificado, con una productividad elevadísima. Nunca olvidaré aquella reunión con oncólogos, químicos, biólogos y todo tipo de científicos en la que se explicó el mecanismo de acción de un compuesto que agujereaba la membrana de las células cancerosas, acabando con ellas -yo estaba allí de oyente, para poder explicárselo luego a los posibles inversores. O aquel vuelo en que José María me explicó cómo el Yondelis averiaba el mecanismo de reparación del ADN, causando la muerte de la célula. Era la vanguardia tecnológica.
Si queremos diversificar nuestra economía -porque el turismo está muy bien, pero creo que casi todos estamos de acuerdo en cuidar su volumen para dirigirnos al de mayor poder adquisitivo y no matar la gallina de los huevos de oro- debemos facilitar que surjan empresas de este tipo, o relacionadas con las nuevas tecnologías. España -y Baleares en particular- tiene grandes posibilidades para atraer talento. Sería muy sencillo constituirnos en un clúster tecnológico. Sólo tenemos que darles lo que necesitan: impuestos bajos -más bajos que nuestros competidores- y seguridad jurídica, es decir, pocas normas, bien hechas, estables y que se cumplan. Difícil con nuestros políticos, lo sé, pero ellos al final tienden a dar al pueblo lo que pide, pues el electoral es también, al fin y al cabo, un mercado.