22 febrero 2015
El Tesoro invisible del oceáno . Los microbios marinos tienen aplicaciones médicas, industriales y cosméticas .
*.- La ONU intenta poner orden y frenar la biopiratería mientras crece el numero de patentes .
J. A. Aunión // Madrid // 22 FEB 2015 .
Los alucinantes misterios de las profundidades marinas han resultado ser mucho más pequeños que los calamares gigantes que imaginó Julio Verne. Muchísimo más. De hecho, son microbios los que esconden promesas de una riqueza incalculable. Sus genes, donde se han hallado ya secretos para combatir enfermedades o para hacer mejores biocombustibles, han desatado una carrera formidable en la que se entremezclan el afán científico, el desarrollo empresarial a través de patentes y los principios éticos que cuestionan el aprovechamiento privado de recursos colectivos.
Las posibilidades son brutales. Por ejemplo, si un científico millonario agarra su yate, se va al mar de los Sargazos, cerca de las Bermudas, y echa un tubo al agua para absorber, a bulto, una muestra de todo lo que haya, puede llegar a encontrar más de un millón de nuevos genes.
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La empresa española PharmaMar, filial del grupo Zeltia, se dedica desde 1986 a buscar fármacos de origen marino contra el cáncer. Ellos cumplen al dedillo la legislación y solo buscan recursos genéticos (sobre todo en invertebrados, pero también en bacterias) en los países con los que previamente han firmado acuerdos, asegura la directora de I+D, Carmen Cuevas. Nunca en aguas internacionales, porque ese es un terreno pantanoso. “Yo quiero que se regule todo, hasta el último detalle, porque eso es lo que me va a permitir seguir investigando”, opina.
Todo el proceso empieza a unos 100 metros de profundidad, rodeado por una oscuridad total que solo rompen las luces frontales de los buceadores. “¡Como la de los mineros!”, exclama Cuevas. Hacen cinco o seis expediciones al año, recogen las muestras a mano y se centran en el llamado triángulo de la biodiversidad, entre los océanos Índico y Pacífico. Allí mismo, en los barcos, catalogan cada muestra y, si se trata de una especie nueva, la describen y la incorporan a su biblioteca.
Cocido contra el Cáncer .
En la sede de PharmaMar, en Colmenar Viejo (Madrid), a poco que uno espere unos minutos en el vestíbulo, verá pasar a alguien con una nevera de mano muy parecida a la que lleva cualquier turista a la playa. Pero en vez del bocadillo y la fanta, en este caso el contenido será hielo seco para conservar las muestras de organismos invertebrados marinos tomados en distintas partes del mundo con la esperanza de que sus células encierren secretos para combatir el cáncer.
Ya dentro del laboratorio, Carmen Cuevas, directora de I+D de la farmacéutica, explica su trabajo de “cocido”. Del guiso, se entiende. Igual que se cuecen todos los ingredientes (el pollo, el chorizo, la carne…) para hacer el caldo que contendrá la esencia de todos ellos, en su laboratorio cocinan con disolventes las muestras de los organismos marinos para obtener su esencia. Esta “sopita” se mezcla con células cancerígenas. Si las mata, se vuelve hacia atrás para ver cuál de los ingredientes (el chorizo o quizá la carne) es el que lo hace. Una vez aislada la sustancia correcta, llega la parte peliaguda: conseguir dibujar la estructura química para reproducirla sintéticamente. Sobre todo estudian seres invertebrados, pero también aprovechan las bacterias que les acompañan para exprimir hasta el final cada muestra que llega a sus manos.
Se hace difícil calibrar el entusiasmo con el que esta doctora en Química Orgánica, con 85 publicaciones científicas firmadas, habla de su trabajo. Pero lo cierto es que, desde unos inicios humildes, la empresa tiene más de 1.800 patentes concedidas o en fase de tramitación. El único fármaco que de momento tienen en el mercado, Yondelis, les reportó 73 millones de euros en 2013, está a punto de comercializarse en EE UU y Japón y es uno de los grandes motores del grupo Zeltia, cuya acción vale en Bolsa tres veces más que en 2012.
Yondelis es un medicamento contra el cáncer de ovario y el sarcoma de tejidos blandos (común en la cabeza, el cuello, los brazos, las piernas, el tronco y el abdomen) que nació de un animal marino invertebrado sin cabeza diferenciada; su nombre es Ecteinascidia turbinata y vive en aguas caribeñas.
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