... Lo cuenta Marta, de 18 años, dos semanas después de examinarse de la EVAU y recién llegada de uno de esos viajes de fin de curso a Mallorca que se han saldado con brotes masivos de covid-19, cientos de chavales en cuarentena haciéndose las pruebas de antígenos y familias reviviendo una inquietud que creían olvidada.
“Yo me he hecho la prueba de antígenos, que ha dado negativo; a mis padres, que ya están vacunados, les han ofrecido en el trabajo hacerles la prueba de anticuerpos para completar la información sobre esta infección. Yo les estoy explicando en qué consiste cada test, y que se tienen que enterar de si los anticuerpos son IgG o IgM, y si les van a medir la respuesta contra la espícula”, explica con el tono de suficiencia de quien tiene muy reciente un sobresaliente en Biología. “Todos los padres están rayados con esto y se lo tenemos que explicar nosotros”.
La verdad es que no resulta sencillo. A lo largo de los últimos 15 meses nos hemos visto obligados a desenvolvernos en un galimatías de términos propios de inmunólogos, virólogos y epidemiólogos, tratando de entender la diferencia entre PCRs, test de anticuerpos, pruebas serológicas rápidas, o de laboratorio… Ha ido siendo un aprendizaje a rebufo de cada una de las fases en las que íbamos entrando y que cambiaban el foco según la urgencia de cada momento. Y ahora, con la incidencia bajando y una estrategia de vacunación que ya ha alcanzado la velocidad de crucero, la atención vuelve a centrarse en los anticuerpos.
Esta no es la primera vez que los anticuerpos centran el debate, nos recuerda el doctor Rafael Cantón Moreno, jefe del Servicio de Microbiología del Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid. “En los primeros meses de la pandemia se comenzaron a hacer pruebas de detección de anticuerpos
para valorar cuánta población en España había estado en contacto con el coronavirus. Era lo más factible, y así se obtuvieron los datos iniciales de seroprevalencia que publicó el Instituto Carlos III. ...