Rigidez vs textura.
Pasar de la lactancia materna a las papillas no fue ningún problema y evolucionar de éstas a los purés fue un proceso absolutamente natural. Sin embargo, ahí nos quedamos. Cada vez que intentamos avanzar con los sólidos no había manera, aunque por suerte nos sentíamos amparados por el hecho de que comía cualquier puré, más allá de su sabor, color o espesura.
Y, claro, como en el puré llevaba pollo, merluza, todo tipo de verduras, alguna legumbre, huevo, ternera y todo lo que se nos pudiera ocurrir al menos nos sentíamos afortunados al saber que ingería todos los nutrientes necesarios para su desarrollo pese a que sólo con purés no se desarrollaría de la misma manera que con la ingesta de sólidos -y eso sin pensar en el desarrollo de la musculatura de la boca y la mandíbula que es tan necesario para el habla-.
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