Bristol Myers Squibb (BMS) ha anunciado la compra de Celgene por unos 74.000 millones de dólares.
Se trata de la segunda mayor adquisición de la historia del ámbito del medicamento, tras la de Warner-Lambert por Pfizer en los 90, y con ella el sector recupera una vieja constumbre: que un laboratorio adquiera una compañía biotecnológica para ampliar su arsenal terapéutico y de terapias en desarrollo. Aunque, en este caso, se trata de una fusión que tendrá como consecuencia una multinacional que, de inicio, tendrá 1.000 millones de dólares de facturación por solo nueve productos en el mercado y un gran potencial de crecimiento.
BMS ejecuta esta operación en un momento delicado, pero muy adecuado. La compañía americana, a pesar de que posee uno de los medicamentos contra el cáncer más vendidos del momento, la inmunoterapia nivolumab (Opdivo), ha perdido en los últimos años la patente de varios de sus superventas, como Plavix más conocido como clopidogrel-y Reyataz y Sustiva, contra el VIH. Esto y un pipeline terapias en desarrollo pero no comercializadas- que no termina de dar con sustitutos que permitan suplir la facturación de estos productos han provocado que la compañía haya tenido un año particularmente duro en Wall Street, con una caída del valor de sus acciones del 18%.
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La operación busca entrar en nichos de negocio, donde la competencia es más baja y el rendimiento económico puede ser superior.
... todo parece indicar que unos meses nacerá un nuevo gigante farmacéutico, con especial dominio en el campo del cáncer. ¿Qué nombre acogerá? ¿Mantendrá BMS sus clásicas siglas o habrá que añadir alguna para Celgene? En unos meses se conocerá la respuesta.