La epidemia de ébola que afecta desde principios de año a África occidental y que se ha cobrado ya al menos 672 víctimas mortales, tiene un peligroso efecto secundario: el miedo, que alimentado por la falta de información contribuye en buena medida a que el brote esté siendo tan difícil de controlar. Ante una situación que no mejora, sus síntomas van a peor: los más recientes, un ataque a personal de Médicos sin Fronteras (MSF) o el cierre de fronteras de Liberia.
No es algo nuevo. El pasado mes de abril, un centro de MSF en Macenta, al sur de Guinea, fue atacado a pedradas por una multitud enfurecida. Hace unos días, en el pueblo de Kolo Bengou, donde se cree que hay varias personas infectadas, un grupo de jóvenes armados con piedras y cuchillos bloqueaba el paso al personal sanitario, según informa The New York Times. “Por todos los sitios que han pasado esas personas la comunidad se ha visto afectada por la enfermedad”, aseguraba uno de ellos, culpando del brote a quienes habían acudido precisamente a socorrerlos.
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